El ejemplo de vacunar es ponerlas donde se pueda (EE.UU.)

 

 

Miguel del Río | 16.05.2021


 

 

 

 

 

Cada vez se entiende menos dentro de Europa que sus Gobiernos no utilicen todos los medios públicos y privados a su alcance para poner un mayor número de vacunas, y alcanzar así los porcentajes de inmunización anunciados, y que están en el aire. Un ejemplo a seguir lo ofrece Estados Unidos. Para vacunar, utilizan al ejército, las farmacias, las estaciones de metro, la propia calle y los supermercados. Así les va de bien, cosa que aquí, aún, no se puede afirmar rotundamente.

 

España falla en la vacunación, especialmente por el control tan estatal y centralizado que hay a la hora de tomar decisiones y poner vacunas. No es algo ajeno al resto de Europa, hacia la que, como ente político y económico, tenemos la idea de que lo solucionaba todo, pero ya se ve el traspiés de campeonato en la compra y reparto de las dosis, y la cosa aún no ha acabado.

Frente a esta fallida organización en la UE, tenemos el ejemplo de cómo lo lleva a cabo Estados Unidos, especialmente desde que llegó a la presidencia Joe Biden. Te vacunan gratis en los lugares de más afluencia de público. Y en este punto de mira, lo mismo está la calle, las farmacias, las estaciones de metro, que los supermercados. Desde las escenas de película de Berlanga que tuvo el asalto al Congreso norteamericano, mi percepción de aquel país había variado a la baja, pero he de reconocer que las aguas vuelven a su cauce, cuando compruebas lo bien que funcionan en cuestiones cruciales, una vez superada la era Trump, y evidentemente esta de la pandemia y las vacunas lo son.

En Europa, en España, estamos estancados desde el principio con lo de aunar esfuerzos, todos a una, para parar al virus. Se ha quedado en palabras, y el tiempo pasa, los meses del 2021 corren que se las pelan, y en el horizonte del verano, ósea ya, se quiere tener un 70 por ciento de la población inmunizada. Si se logrará o no es toda una incógnita, pero no seré yo quien haga pronóstico previo alguno de fracaso, porque cambios, mejoras y corregir errores siempre ha existido, de ahí que quepa una cierta esperanza de que se cumplan unas cifras que, hoy por hoy, son más producto del marketing que de la realidad sanitaria. Mientras, al otro lado del charco se suman inmunizados a paladas, y aquí estamos con las querellas contra AstraZeneca, no se sabe qué pasará con la segunda dosis de esta vacuna, el retraso por tramos de edad es evidente e incomprensible, y ya meterse en vacunaciones de 50 años para abajo es un episodio que aún no está escrito.

 

“En Estados Unidos te vacunan en los lugares de más afluencia de público, lo mismo en farmacias, estaciones de metro que supermercados”

 

Con todo lo dicho, se puede resumir que uno de los principales problemas en la lentitud y fallos de la vacunación en España es haber dejado de lado (sin contar la llegada a cuentagotas de vacunas), no utilizar recursos públicos y privados, tanto técnicos como humanos, que hubieran sido esenciales en esta crisis sanitaria. Me refiero, como en Estados Unidos, a las farmacias. Hablo, como en Estados Unidos, del Ministerio de Defensa, del Ejército. Cito, como en Estados Unidos, a la colaboración entre multinacionales farmacéuticas, si una no cumple con los pedidos, otra lo suple aportando mayor cantidad de dosis.

¡Será por instituciones ejemplares en España, y que han demostrado su valía y aportación a la sociedad! Seguro que me olvidaré de muchas, pero voy a citar a las que pueda. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, Defensa, o los colegios médicos, de enfermería y farmacéuticos. Asimismo, a empresas estratégicas, públicas y privadas, y sus magníficas instalaciones, la sanidad privada, que ya fue utilizada en la primera y más grave fase del Coronavirus, los servicios y centros de emergencias, en general, así como centros médicos y sanitarios, que son muchos y muy variados. Muy poco o nada de esto se está utilizando, y es una pena porque hay otros países que han demostrado que la unidad de criterios y de recursos es fundamental a la hora de vencer a este bicho (Estados Unidos, Reino Unido, Israel, etcétera).

En verano se quiere llegar a un punto suficientemente alto de inmunización, pero se olvida que el veraneo es época de vacaciones, y para todos, tanto quienes ponen las vacunas como quienes las reciben. Seguidamente, están los desplazamientos, que se prevén masivos, de las personas que marchan de sus lugares de residencia a otros lejanos, y cuando les llamen para vacunarse no van a estar disponibles. No parece pues un verano la época más indicada que marcar en el calendario del aumento de la inmunidad. Podría ser así, si todo el mundo tuviera la misma percepción de lo que estamos atravesando. Pero tampoco. Ahora ya volvemos a vivir deprisa y corriendo. A recuperar todo lo que no hemos hecho antes. A regresar a bares, restaurantes y celebrar fiestas, barbacoas y botellones. Cada fin de semana lo vamos a tener que contar así y, ya entrados de lleno en el calor del verano, también lo narraremos entre semana. Estos escenarios no son precisamente compatibles con el momento real que nos toca vivir: vacunarse, esperar a la segunda dosis, y que se vaya completando la vacuna en todos los tramos de edad posibles, teniendo en cuenta que en España tenemos a los jóvenes en desbandada. No es que se planteen cambios sobre la manera actual de hacer; es que habrá que hacerlos,  si queremos inmunizar a tan alto porcentaje de población, y en todas las edades.

 

“Uno de los problemas en la lentitud de vacunación es haber dejado de lado instituciones como Defensa, colegios médicos, enfermería y farmacéuticos”

 

 

Miguel del Río