LO DE VOLVER A VIAJAR SI QUE ES VIVIR CON NORMALIDAD

 

 

Miguel del Río | 29.10.2021


 

 

 

 

 

14 de octubre de 2021. El Boletín Oficial del Estado publica la decisión del Gobierno de España de autorizar la supresión de los límites en el acceso a los aeropuertos, lo que ya permite que los viajeros acudan a estas instalaciones acompañados de familiares y amigos. Además de la salud y no perder el trabajo, lo más anhelado que deja el maldito Covid es viajar. Lo hemos rumiado tanto durante cuarentenas, desescaladas y semáforos, que solo queda hacer realidad los deseos. Entonces, y solo entonces, la normalidad se convertirá en real.

 

Abandonar el dique seco que era no poder salir de tu pueblo, de tu ciudad, de tu territorio, para disfrutar de un corto o largo viaje, eso sí que es respirar una nueva normalidad que, no siéndola del todo, se acerca. La libre movilidad es el auténtico motor que mueve al mundo. Porque impulsa a su economía, a su cultura, pasando por la educación, cuando por ejemplo alguien tiene el sueño de llegar a otro país para conocer su lengua y costumbres, quedarse allí, o para que eso le ayude en un trabajo futuro en el que las relaciones comerciales exigen hablar idiomas en plan trotamundos, como ese nombre que lleva una conocida guía de viajes.

El Covid se ha sumado a la emigración para cerrar un poco más los países. Se equivocan en eso de inventarse muros y nuevas fronteras, en vez de trabajar en común en asuntos tan vitales como el desarrollo, la educación y no digamos, en los tiempos actuales, la sanidad. Es una cerrazón que existe desde tiempos inmemoriales, y cada cierto tiempo hay un Donald Trump que se sienta en una  poderosa presidencia para recordarlo. Mejor conquistar que convivir en paz; crear bloques y remarcar así las diferencias religiosas, ideológicas y culturales. Y, por supuesto, estar primero en top de países más ricos, gracias en parte a que fabrican y venden los productos de primera necesidad a todos los demás, incluyendo el chantaje de las tecnologías. La pregunta de dónde hemos llegado con todo esto tiene fácil respuesta, según pinta: a ninguna parte. De ahí que viajar siga siendo el mejor regalo que nos podemos dar a la hora de conocer otros lugares, y entender muchas de las cosas hacia las que mostramos una inquietud curiosa y también intolerancia, sin tener datos de primera mano.

Así que la era post Coronavirus se presenta como viajera. En la cuarentena trasladamos la mente a tantos cascos viejos de señoriales ciudades, a tantas playas y parajes naturales, que tocaría hacer realidad los sueños que planeamos encerrados en casa sin poder abandonarla. Mucho se ha escrito, yo mismo lo he hecho, sobre esta pandemia. Seguro que en adelante lo volveré a hacer si se hacen mal las cosas como en tantos momentos de esta crisis sanitaria.  Pero entiendo perfectamente a quienes piden pasar página, a empezar a hablar más de otras cosas, que de las penurias pasadas. A fin de cuentas, somos una civilización apegada a la vida, lo que conlleva que no se altere sustancialmente la forma de llevarla a cabo, a nuestros gustos y costumbres me refiero, como ha ocurrido en este periodo de 2020 a 2021.

 

“Mucho se ha escrito sobre esta pandemia. Entiendo perfectamente a quienes piden pasar página, a hablar más de otras cosas que de penurias”

 

Deberíamos llevar a cabo todo aquello que pensamos durante la obligada inmovilización social para esquivar al virus. Por lo que veo a diario, me da la sensación de que, como ocurre con los deseos para el nuevo Año, las ilusiones de hacer cosas distintas se van evaporando. Tampoco hay que buscar originalidades imposibles. Bastaría con llevar a cabo más actividades culturales, que es también una forma de conocer mundo. Está el cine, el teatro, las exposiciones, los libros, la música, las charlas de café, y también las guías de viajes, que primero ojeas, y después haces planes hasta ver cumplido un día tu sueño de aterrizar en una ciudad distinta a la tuya.

Creo que llegaremos a olvidar tan malos años, porque no ha habido siglo sin tristezas que dejar atrás. Lo realmente bueno sería no insistir en la imbecilidad humana de la confrontación, sea mediante conflictos bélicos, injusticias, abandonos, desprecios, olvidos y malas intenciones como este SARS-CoV-2. Desplazarse, conocer las bellezas del universo, requiere el imprescindible compromiso de su conservación, algo en lo que tenemos la nota de muy deficiente. Jamás desistiré de reclamar en voz alta un mejor cuidado de nuestro entorno, tan necios como somos en destruirlo todo, en pro de un desarrollo super agresivo, que lo mismo destroza costas que montañas que verdes praderas. Las tentaciones en este sentido de cambiar las reglas del juego para seguir aniquilando Amazonas son muy grandes, por los que hay que estar atentos a los repentinos cambios de legislaciones urbanísticas.

Como viajar engendra sabiduría, a lo largo de la historia nos lo han aconsejado quienes más lo hicieron. “Una vez al año viaja a un lugar en el que nunca hayas estado antes” (Dalai Lama); “El fascismo se cura leyendo, el racismo viajando” (Unamuno); “Viajar es descubrir que todos están equivocados acerca de otros países” (Aldous Huxley); “Si crees que la aventura es peligrosa, prueba la rutina, es mortal” (Paulo Coelho); “Viajar tiene consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente” (Mark Twain); “No hay nada como volver a un lugar que no ha cambiado, para darte cuanta de cuánto has cambiado tú” (Nelson Mandela). Siendo todas buenas recomendaciones, acabo destacando la importancia y trascendencia de esta última, la del ser.

 

“Viajar tiene consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente” (Mark Twain)

 

 

Miguel del Río