Mandatarios paralizados, gente y medios inmóviles, frente a la confusión

 

 

Miguel del Río | 09.05.2022


 

 

 

 

 

En los momentos más delicados de una situación mala, es cuando se echa de menos el liderazgo, sea en el campo que sea. Putin va de gallo, porque se cree un líder mundial que no ve en frente quien le pueda frenar (mejor con convicción y acuerdos, que con la guerra). Cuando culpabilizamos solo a mandatarios de la deriva, obviamos nuestra parte de culpa. Lo digo porque con una sociedad inmóvil, que parece que ni siente ni padece, y con unos medios de comunicación que ahora no cumplen bien su papel, tampoco podemos pretender que broten, de la noche a la mañana, nuevos guías sherpas, que abran paso en un periodo con tantas curvas como vienen.

Jean Monnet (1888-1979), Robert Schuman (1886-1963), Konrad Adenauer (1876-1967), Alcide De Gasperi (1881-1954) y Paul-Henri Spaak (1899-1972), son considerados como los Padres de Europa. A todos se adjudica grandes actuaciones y trascendentales conclusiones, pero, no pudiendo citar todas ellas, he de elegir para esta ocasión una muy apropiada para definir por lo que pasa ahora el mundo, y harían bien en meditar al respecto, tanto el ruso Putin como el chino Xi Jinping. Su autor es el alemán Adenauer: “Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero ninguno tiene el mismo horizonte”. A lo largo de la historia, este es nuestro mal, que tiene como consecuencia más directa y cruel las guerras que se excusan en nombre de la libertad, pero que suelen tener casi siempre, como ambición, quedarse con la riqueza que tiene el pueblo conquistado, como le pasa a Rusia con Ucrania.

De aquellos ejemplares padres europeos, por su carisma y talante, salto a los actuales líderes mundiales. Echo un vistazo a una de esas listas que, con mayor o menor acierto, los cita clasificados. En ella solo aparece una mandataria, Jacinda Ardern, primera ministra de Nueva Zelanda, todo un ejemplo de demostración para la política sencilla y directa, de calle, sin pomposidades, y también para las madres trabajadoras. En el resto de la lista, el primer líder es Bill Gates, que no ha perdido precisamente protagonismo en esta época Covid, principalmente por enredador. Y hay otros nombres como el de la joven Greta Thumberg, y su implicación total en gravísimo problema del Cambio Climático. El resto de importantes son en su mayoría grandes empresarios de éxito, por la innovación y aportación al mundo que han supuesto sus ideas y trabajos tecnológicos, amasando al tiempo grandes fortunas.

Pero, ¿dónde están el fiestero Boris Jhonson, o Emmanuel Macron, o Joe Biden, o Draghi, o Cristine Lagarde, la presidenta del Banco Central Europeo? Ni están, ni se les espera. Como guías de un mundo en paz, son un fiasco, aunque la palma se la llevan Vladimir Putin y Xi Jimping.  El desapego de los ciudadanos hacia quienes dirigen Gobiernos y Estados parece total y unánime. Lo visten con encuestas de aceptación máxima a su política, como hace Putin con los rusos, pero es mera manipulación. Además, el Covid, las vacunas, la crisis y la guerra solo echan más leña al fuego a la decepción generalizada, que, francamente, unos ciudadanos temerosos e inmovilizados muestran bien poquito.

El Covid, con dos años perdidos, nos ha dejado muy tocados. Es como si tuviéramos que reiniciarnos. Todo lo que ha venido después, con la Guerra de Ucrania como lo más tremendo, tan solo ha hecho que sumarse a esas ganas de vivir sin mascarilla ni prevención alguna, que anhela cualquiera. Parece que todo lo demás que suceda es asumible, ¡increíble! En fin, es no querer enterarse, no querer ver la realidad, no reconocer la auténtica situación que vivimos.

Los medios de comunicación están inmersos en el mismo bucle. Hemos perdido independencia, criterio, crítica e investigación exhaustiva de los hechos, principalmente de los despropósitos. Manda la economía, y lo hace en todo, también en el papel impreso o en el formato digital. De las televisiones, mejor ni hablemos. Nunca antes como ahora, la ciudadanía había sentido tan de cerca la manipulación, pero se muestra impasible porque solo busca pasar página. La crisis económica aún no se quiere percibir; la Guerra de Ucrania está lejana; y sobre la confusión se podría escribir una tesis entera, aunque en el sentido de que tampoco se asume.

Alguien que ha escrito Las 21 leyes irrefutables el liderazgo, como es el caso del escritor John Maxwell, tiene una receta que me agrada sobremanera para describir lo que se necesita, invertir la mala pinta que tiene todoy despertar a la gente y a los medios de comunicación, para que hagan auténticamente su papel, y recobren así la confianza perdida. Esta es la idea: “Un líder es aquel que conoce el camino, sigue el camino y muestra el camino”. Hoy, no los hay.

Con el inmovilismo, se corre un gran peligro, tal es que continúen los cambios a peor y se sucedan nuevos y desagradables acontecimientos, sin haber contado previamente para nada con los ciudadanos, a quienes no se nos pregunta. Se habla y se hace en nuestro nombre, especialmente en lo que se realiza dentro del concierto internacional, pero no existe tal autorización para llevar las cosas tan mal, y a los extremos que se ha llegado, y ahí tenemos el exponente de la Guerra de Ucrania. En momentos de tanto belicismo como vivimos, de tanto rearme, ¿los ciudadanos no tenemos nada que decir?, ¿nos conformamos?, ¿vamos a leer como si nada los titulares diarios que llegan a extremos de avisar del posible uso de armas nucleares? No me digan que todo esto no es conformismo. Una palabra que significa aceptar fácilmente cualquier circunstancia pública o privada, especialmente cuando es adversa o injusta.

Así no vamos bien. Reencauzar la paz, enderezar la economía, generar prosperidad a los pueblos, y vislumbrar futuro y trabajo para los jóvenes, requiere de verdaderos líderes. Pero también debemos recobrar el protagonismo de la sociedad que teníamos antes del Covid, con la voz de los colectivos, de la cultura, del arte, de las oenegés, de la universidad, de los jóvenes, de la reivindicación, y de la lucha por las cuestiones que sigue siendo esencial solucionar, y que ahora están aparcadas. Podría terminar citando muchas, pero me voy a quedar con la más importante, referida, no solo a nuestro futuro, sino a la propia supervivencia. El Cambio Climático, sí. Cada día se aprecia más, y en todas partes.

 

 

Miguel del Río