La imagen que damos con Vinícius y el voto por correo de Melilla

 

 

Miguel del Río | 29.05.2023


 

 

 

 

 

 

Cada país tiene su idiosincrasia y, dentro de ella, las correspondientes virtudes y defectos. Estos últimos abundan mucho aquí, pero no existe nadie, repito, nadie, que esté para dar lecciones a los demás, desde Estados Unidos, pasando por Reino Unido, llegando a Rusia o a China. Y esto se extiende al racismo, la injusticia, la desigualdad, o los intentos de alterar unas elecciones mediante el fraude en el voto por correo. Puede parecer que expresarlo así es defender eso de que no se consuela el que no quiere. En absoluto. O fortalecemos el sistema, y con ello las democracias, o llegará un momento en que lo lamentaremos.

 

 

 

Para empezar, y me quedo tan tranquilo, voy a asegurar que ningún país del mundo da ejemplo, ahora, absolutamente en nada. Los opinadores intentamos argumentar con análisis coherentes, predicciones si lo prefieren, que el tiempo nos dirá si realmente hay olfato o erramos en nuestros planteamientos. Pues bien, las cosas van pasando y sucediendo según lo escrito años atrás, y uno de los hechos que más destacan dentro del panorama internacional es que las democracias del mundo, y no se salva ni una, acusan tal desgaste que aconseja una revitalización institucional, que se apoye en tres palabras: dar siempre ejemplo.

Si algo tienen en común hoy los países o bloques que siempre han destacado por el liderazgo político, económico y social, es que todos ellos están desnortados y en decadencia. Así hay que ver el asalto al Congreso de los Estados Unidos, aún muy presente en sociedad norteamericana, y también una Europa en la que regresa (es su tradición) la guerra provocada por Rusia, junto a otro sentir creciente dentro de las zonas rurales que se ven agredidas por las conocidas como decisiones comunitarias, que alejan cada vez más a no pocos ciudadanos de la idea tan bella que se forjó en el pasado de una Europa justa, unida e interrelacionada mediante una amplia y similar legislación (libertades y derechos). Ni Reino Unido, que abandonó abruptamente la UE, ni Alemania, Francia o España, países todos con graves problemas internos, son referencia de estabilidad alguna, que es precisamente lo que siempre ha demandado y por lo que sigue apostando la población en su conjunto.

Por eso, y aunque lo parezca por el intercambio de noticias en diferentes medios de comunicación con distintos idiomas, no resulta creíble que un país señale o critique a otro por su manera de actuar en diferentes materias. En España estamos ahora inmersos en sendas polémicas (lo habitual). Una proviene de las elecciones y el voto por correo, con denuncias, arrestos e intercambio de acusaciones. Y la otra, por revivir el debate de si somos un país racista, al ocurrir algo periódico en los campos de fútbol como son gritos desde la grada que, con graves insultos, atentan contra la raza o el color de un determinado jugador. En este caso, el protagonista es delantero del Real Madrid, Vinícius Jr.

Que no tengamos remedio es una cosa, y que nos lo echen en cara fuera, me parece que no es asumir la realidad del mundo actual. Lo que quiero decir, sin buscar excusa alguna, es que se actúa igual de mal en todas partes, y no existe, lamentablemente, una sociedad que pueda dar ejemplo a otra. El racismo se extiende, y tampoco se actúa frente a las deficiencias de los sistemas democráticos, como pueden ser modernizar y blindar las elecciones, para que no ocurran bochornosos sucesos como la compra de votos en Melilla y otras zonas de España.

Si es importante rechazar todos a una las prácticas mafiosas, más lo es actuar legislativamente contra ellas, reforzando un sistema que puede generar dudas de credibilidad y eficacia entre la ciudadanía. Hemos visto muy recientemente lo que pasa con la controversia que generan elecciones de países tan dispares como pueden ser los Estados Unidos o Brasil. Aún está en investigación la injerencia de Rusia en determinadas elecciones, algo que ha generado tensión y gran división interna en los gobiernos afectados. Que pueda haber problemas de no reconocimiento de resultados es cuestión de tiempo, y no hace falta citar expresamente una nación, porque son muchas las que están inmersos en este deleznable comportamiento.

España si tiene un problema grave con querer abarcar muchas leyes sociales y de igualdad, al tiempo que exige poco o nada por demasiados delitos que salen gratis a sus infractores. Creo que esto está minando la moral de muchos ciudadanos, y cuando se dan pasos como rebajar las penas por la malversación de caudales públicos, realmente estamos haciendo un flaco favor al ya de por si debilitado sistema. Insisto en puntualizar algo que considero de extrema importancia. El poder debe dar un ejemplo impecable en todas las decisiones que toma y pasos que da. De lo contrario, es fácil no creer en nada ni en nadie, incluso aunque se vote cuando corresponda. Tampoco ayuda que los medios de comunicación hayan entrado en la pereza de no investigar los hechos, o directamente los oculten, porque son la extensión mediática de partidos políticos o de grupos de presión concretos, como se enseñaba antaño en las facultades de periodismo. Hoy los países fuertes son los que tienen unos medios poderosos Y en esto, sí hay diferencias, y España no sale bien parada con respecto a Estados Unidos, Reino Unido, Francia o Alemania. Esos medios, con sus informaciones de denuncia pública, reconducen muchas situaciones, sobre todo cuando se trata de asuntos de gran trascendencia social como la corrupción, el racismo, la injusticia, la desigualdad, la delincuencia o la adopción de leyes que no buscan el bienestar general, porque benefician tan solo a sectores muy concretos.

Actualmente estamos excesivamente abducidos por los avances tecnológicos. Incluso ya se ha puesto encima de la mesa la inteligencia artificial, que es la siguiente fase de una digitalización que se ha llevado a cabo de forma autoritaria, sin contar con las personas. Compensa mucho más ser claros, antes que vernos abocados a frustraciones crónicas. Debemos apostar por una mayor persecución y desmontaje de todo lo relacionado con la corrupción, el racismo, la manipulación, las falsedades, las prácticas mafiosas y la impunidad de los delitos, como sucede ahora con los okupas. Cuando en España ocurre algo nuevo que provoca mucho ruido, se sabe que, tras unos días, todo regresa a la normalidad. Y ya está. Así es como los viejos y nuevos problemas se enquistan y nada encuentra solución o escarmiento. Si Vinícius leyera este artículo, pienso que estaría de acuerdo en que, tras el correspondiente follón, ¡se acabó! ¿Y del fraude en el voto por correo? Pues lo mismo.

 

 

Miguel del Río