REFLEXIONES DESDE EL CORAZÓN

 

EL GRAN FRACASO

 

 

Gervasio Portilla | 15.12.2021


 

 

 

Es la prueba palpable de un fracaso colectivo. La Unión Europea, dice que no hay nada que hacer hasta el año 2.050, con el llamado corredor del Cantábrico, el tren que teóricamente comunicaría en gran velocidad con Bilbao y el resto de la cornisa.

Es una prueba palpable como decimos, de un gran fiasco de la sociedad de Cantabria, en su conjunto y de su clase política en particular, especialmente, de los dirigentes que han gestionado y gestionan la región.

Si alguien tiene la curiosidad de comprobarlo, desde los años sesenta, Cantabria, ha ido perdiendo lugares en el ranking de su desarrollo respecto a otras provincias y regiones, en medio de los incumplimientos de una clase política, que se ha dedicado “a vivir” de las promesas casi siempre incumplidas, salvo algunas excepciones.

Este fracaso colectivo, debiera tener consecuencias sociales y políticas, pero no será así porque la oposición es casi testimonial y los medios de comunicación no han sido, ni son capaces, de generar las criticas suficientes para que se tome conciencia de ello.

El sistema autonómico, por si sólo, no es ni bueno ni malo, depende de la capacidad de gestión de sus lideres y visto lo visto, en Cantabria nos hemos convertido en un refugio cargado de funcionarios, de Consejerías, de asesores, de cargos públicos, que dados los resultados, sólo han servido para disparar el gasto público, y crear una “casta” política en los diferentes partidos a través del clientelismo.

Me dirán, que algo se ha hecho, estaría bueno que no se hubiera hecho nada, pero obviamente los grandes retos de reindustrializar, de crear empleo para nuestros jóvenes, de mantener el sector primario, ha sido un total fracaso.

Siento decirlo, nos hemos quedado en una “carcasa” vacía, en una sociedad envejecida y sin capacidad de crítica y lo que es peor con una dependencia total de las administraciones.

Seguro que nuestros políticos se echarán la culpa unos a otros y no tendrán la gallardía de reconocer su fracaso, que también es el nuestro.

 

 

Gervasio Portilla García,
Diácono permanente y periodista