REFLEXIONES DESDE EL CORAZÓN

 

EL ALZHEIMER

 

 

Gervasio Portilla | 22.09.2022


 

 

 

Recientemente hemos celebrado el día del Alzheimer, una enfermedad silenciosa que produce un deterioro cognitivo continuo en el ser humano, dejándole sin referencias actuales y con recuerdos en muchos casos de experiencias vividas años atrás, aunque cada caso, tiene peculiaridades y comportamientos distintos.

Sin embargo, hay algo en el ser humano, imposible de borrar, como son los sentimientos.

Por experiencia propia, por lo general la persona con Alzheimer, percibe el cariño de los semejantes, aunque posiblemente no distinga la persona en concreto, pero si el sentido de cariño y amor.

Cada tarde, que estoy unas horas con un familiar con Alzheimer, percibo la grandeza del ser humano en su corazón y también la crueldad de un sociedad pendiente de cosas absurdas, cuando todo en la vida es tan débil y tan pasajero.

Observo en este caso, como con cariño los profesionales tratan a los mayores impedidos o desmemoriados y observo también lo positivo de los familiares que hacen grandes esfuerzos para estar el mayor tiempo posible con sus seres queridos y observo por el contrario, la crueldad de otros, que viven ajenos a sus mayores y los “aparcan”, como si fueran “muebles” en desuso y apenas van a visitarles.

Es decir, lo mejor y lo peor del ser humano, el cariño de muchas personas y el egoísmo tremendo de otras.

El Alzheimer, si que es una enfermedad con graves consecuencias, no sólo para quién la padece, sino también para los familiares que se preocupan realmente y para sus cuidadores en centros o residencias.

Sin embargo, ser conscientes de todo ello, a las personas que tenemos contacto, nos hace más realistas y creo humildemente algo mejores, porque nos saca de la falsa realidad de una sociedad desquiciada, que vive en la mentira y que está perdiendo el corazón.

Los enfermos de Alzheimer, sienten y padecen en su mundo especial y por supuesto reciben con alegría el cariño de quien se lo da, porque hay algo en el ser humano, que es imborrable.

 

 

Gervasio Portilla García,
Diácono permanente y periodista